De comunicación y variaciones dialectales.
Desde niña y hasta los últimos años del bachillerato, tuve oportunidad de vivir en 3 países diferentes de Latinoamérica, pero visité otros siete de vacaciones con mis padres. Era de esperarse, entonces, que al regresar a mi país de origen y entrar a la universidad, yo hablaba un español un tanto ecléctico, por decirlo de alguna forma. Eso sin contar la influencia del portugués, pero esa es otra historia.
Al principio, confieso que me sentía algo desubicada, porque además de llegar a México con mi acento nicaragüense adquirido después de tres años de haber vivido en Managua, mi español era una mescolanza de variaciones dialectales. Hago aquí alusión a las distintas formas de expresar la misma idea o significado, en el mismo idioma, pero con características particulares y peculiares de cada región donde surgieron y en donde más se usan; modismos y coloquialismos de cada cultura, por ejemplo. La verdad es que, más allá de convertirme en “la interesante chica nueva con el acento extranjero”, el hablar un español raro y casi ininteligible me ocasionó algunas confusiones con mis nuevas amigas. Más de dos décadas después, todavía nos reímos de todo eso.
A mi nueva conocida, por ejemplo, quien pronto se convertiría en una de mis mejores amigas y fan de mi pasado itinerante, le dejé un recado en un papelito un día: “Nos vemos en la grama cerca del edificio 7 y frente a las banderas a las 6”. En los noventa los celulares todavía no eran un accesorio indispensable para el contacto humano. ¿Grama? Martha es de Tabasco, no sabía qué era grama, por lo que me anduvo buscando por todo el campus, la estuve esperando más de media hora, ambas nos frustramos y finalmente nos reencontramos más tarde en el departamento. Grama es sinónimo de pasto o césped, dependiendo del país en el que te encuentres, y se usa principalmente en Centroamérica; no llegaba este vocablo hasta Villahermosa.
No conformes con esta confusión, otro día nos fuimos a un centro comercial, quedamos en dejar recado con la señorita vendedora de la tienda donde estábamos y nos separamos. Claro, seguíamos sin la magia del celular en nuestras vidas. Dejé recado y me fui a buscar opciones para la comida, pero, de nuevo, mi amiga no llegaba a alcanzarme, yo ya tenía hambre y nada de ella. “Por favor, si regresa mi amiga, dígale que la espero en la feria” fue todo lo que le dije a la vendedora. Martha regresó allí, preguntó por mí, le dijeron feria y lo único que venía a su mente era una celebración religiosa con juegos mecánicos y puestos de comida a mitad de alguna colonia cercana. ¡¿Cuándo iba ella a imaginar que yo me refería, al área de comida rápida de la plaza, feria, como le llaman en Venezuela a la zona de restaurantes?!
Por cierto, cómo olvidar cuando llegaron mis padres a vivir a Caracas a finales de los noventa y mi padre pasó por uno de los momentos más bochornosos al salir del trabajo. Médico en un organismo internacional, recién llegado al país y al que llenaban de atenciones para hacerlo sentir en casa desde el principio (así son los venezolanos, muy panas). Sale de la oficina y su colega, una doctora venezolana, a sabiendas de que él aún no había comprado automóvil, le dice: “Doctor, ¿van a venir por usted o le doy la colita?”. Confusión, bochorno, emoción, prudencia…después de lo que haya sido que pasó por la mente de mi padre, se hizo el silencio. Una risa mitad burlona y mitad nerviosa de la Dra. y enseguida la aclaración: “que si lo llevo Dr., en mi auto, así decimos aquí, la colita”. Uff…en México hubiera sido un aventón o un rai, en Honduras un jalón, en Argentina el dedo y en Cuba la botella. ¿Pana? Amigo, tío, cuate, carnal, maje, hermano, etc.
Las variedades dialectales de nuestro idioma son incontables, de los “diferentes españoles” que se hablan en la península ibérica y en Latinoamérica. Me gustaría creer que al tener celular ahora, tantas personas y muchas veces ahorramos tiempo y algunas vergüenzas de índole cultural; lo cierto es que no es así. Lo mismo da si te digo, “búscalo en Google en tu celular” que en tu teléfono, en tu móvil o en tu smartphone, ¿o no? Sí, pero no. Para Argot no da lo mismo. Procuramos escribir, traducir o localizar tus contenidos en el español de la región que tú requieras, para que tu público no solo comprenda tus mensajes, sino que adopte la idea completa como suya.
